¡Ah, luz del alba que se panaliza!

Redonda cae. El pueblo sube, toma

anchamente. Se baña en el aroma

del mar. Alza su doncellez la brisa.

Festín del alba, hermanos. La sonrisa.

Breve avecilla de clavel que asoma

y hermánase al cristal, a la paloma

que arpegia y las estepas rumoriza.

El pueblo entra al taller del medio día.

Vibra la combustión sobre su frente,

cruje, enrojece, vibra en agonía.

El pueblo que trajina, que trabaja

entra en la noche, dolorosamente,

tal a una tumba, tal a una mortaja.

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