El sol, que fulge en un oriente de oro,se lleva de la ermita de mi mentey de mi ensueño, el azul tesoroen una nube de
Autor: Antenor Samaniego
IHay una lánguida melodíaque tiembla en las ondas del viento…Es toda triste como un lamentoy es frígida, como una melancolía. IIEl antro, solloza y se
Un día, erraba yo en los praderalesfloridos de la Grecia prodigiosa;erraba en esos campos colosalesebrios de aroma de clavel y rosa,en que en milagros de
Para que nunca te apartarasyo bárbaro como un pagano,el orbe llenaría en sangre;del sol el resplandor doradoeclipsaría en noche eterna;y trocaría en negro ocasoel cielo,
Si fuera luz mi pensamientoy, si un instante al detenersese convirtiera en broches de oro,ya todo el mundo habría llenadosólo de estrellas luminosas. Habría dado
Aquel tesoro inmenso de tu cuerpoque todo el mundo reverencia,ha cegado ya muchos ojos castos,ha desgarrados muchas inocencias…Ha roto tantas liras,ha tronchado ya tantas rosas
Ella, en el ara de mi corazón,es el ídolo santo de mi vidaa cuyos breves pies, arde prendidala llama fúlgida de mi pasión. Mis labios,
Es la mañana fresca y amorosa,el despertar del día. Todo cantauna alabanza dulce y religiosaque al espacio en una onda vaporosatan dulcemente casta se levanta.
Yo te soñé desnudaen una alcoba azul;allí, el sol se extinguíaen delicado tul,y su oro refractabaen tus divinas carnes,como queriendo todofundirse en un abrazo.
El viento se hace fresco, la noche avanza ociosa,la tarde se sepulta cual fino pavo real;en los ramajes se oye una oración vesperalque arrulla estremecida