Nunca el mármol había logrado hacerse lumbrey ser para los siglos cual lámpara votiva;y lo tenéis allí como una luz activailuminando España desde su excelsa
Autor: Antenor Samaniego
No eran piedras sino aves dorándose en el fuego.Eran piedras y no aves de alabastro o granito.les crecieron las alas ansiosas de infinitoy en la
Casas malabaristas jugando al borde mismode las abiertas fauces del abismo. Saltando desde el cielo,quieren trepar a los altos murallones del cielo;en su afán obsesivo
Yendo de Santander a tierra vasca,me acuerdo de Pereda, el novelista;en Bilbao de Unamuno, el ensayista…Fue céfiro ese y este fue borrasca.Hay un viejo barbudo
IV Desvanecióse de pronto – como una estrella en el albaLloraron hierbas y ríos – el zorzal y la torcazaMoguer, vestido de invierno –bajo los
VI¡Ahora sí, soltadle las palomas!¡Qué los caballos de la espumaque llegan de la brumaretocen en las vegas y las lomas! Propicien el danzar Murillo y
VIIJuan Ramón, estos versos me perdones,pues, para el mucho gozo que me diste,la cifra que te doy en pago es tristey en vez de cisnes,
Enséñame, Granada, tus rincones:el bello Mirador de Lindaraja,la fuente que bañó a la dulce maja,tus claustros y tu Patio de Leones. Llévame de la mano
Los tritones del mar, una tarde de violetas y crisólitos,lo arrebataron de la tierra encendida de rayosy se lo llevaron lejos, muy lejos del lar
Apiñamiento infame de piedras de alabastro.Basílicas sin álgebra de duendes y de endriagos.Esqueletos de órganos de resplandores vagos.Se diría que adentro habría estallado un astro.